Acrílico sobre lienzo, 2015
"A Eva le gusta los elefantes y también soñar. Ella cierra los ojos y el tacto áspero y grueso que siente sobre su cuerpo le hace imaginar que está sobre un enorme elefante. Sus pequeños ojos que emanan tristeza, su enorme cuerpo y el color dudoso de su piel hace que el sueño sea muy real. Eva cada día sueña con él; montada en su lomo pasea atravesando bosques que se convierten en nubes de colores...colores como la gran pelota por la que tanto le gustaba jugar al elefante con Eva y nunca lo olvidará ya que cuando la pelota dejó de existir, el elefante entristeció para siempre. Poco después Eva se despertó y por fin comprendió esa expresión tan melancólica que poseen los viejos elefantes..."
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